El reencuentro

No esperaba verte ahí. En realidad no tenía previsto encontrarte nunca más. Entrar y verte sonriendo como entonces, como siempre, juro que me perturbó. Me sorprendí devolviéndote la sonrisa y eso si me molestó. Se supone que ese truco tuyo tan manido ya lo había podido dominar. Entonces, tú cruzaste el salón lleno de gente y te dirigiste a mí como si fuese la única cliente. Tu voz, por Dios, tu voz¡¡¡ volver a sentir mi nombre pronunciado por tí me supo a gloria y tú lo detectaste. Por un momento perdí la noción del tiempo y del espacio y nos ví dentro del mar frente a tu casa, nocturno refugio, cómplice amigo de aquél verano tan intenso.
Nos saludamos con un beso en las mejillas, pese al previo tropiezo entre nuestros labios. Sentiste una descarga similar a la que descubrimos juntos en el primer beso, tu ceja izquierda levantándose de ese modo que sólo a ti he visto y tus ojos entrecerrados, así me lo indicaron. Hablamos de trivialidades -ya tenía elegida mi compra- no sabía siquiera que habías regresado al país hacía seis meses y menos que eras dueño del local. Nuestras miradas hablaban entre sí, por suerte sí pude ignorar su diálogo pues de lo contrario, habría salido a las corridas de allí. Hablaste de volver a vernos, de comenzar a salir, habías podido comprar casa muy próxima a la anterior. No podía escucharte, no quería escucharte, pero tu aroma me abría los oídos y jugaba con mi tacto, que intentaba distraerse con mis dedos tamborileando en el mostrador de vidrio. Aquél perfume¡¡¡ cuántas veces por las mañanas al salir de tu casa, lo sentí tan impregnado a mi piel, que conduje olfateando mis brazos, intentando inventarte a mi lado.
Y huí del local, no se si por cobardía o rebeldía. Caminé firme, segura de mi decisión porque ya no somos los mismos. Al dar marcha atrás con el coche, mi naríz se acercó mucho a mi brazo y volví como antaño a querer encontrarte. Pero ya no estabas. Y me sentí como una niña, atrapando a una mariposa en un frasco para verla de cerca por un rato y luego dejarla volar. “No somos los mismos –pensé- pero cuánto nos parecemos a los que fuímos¡¡¡”