"Uno"
Uno, que se crió acá,
mirando el mar
porque es hijo de emigrantes
o simplemente por pura costumbre.
Uno que fabricó escaleras
al cielo y se cayó
porque tenía pocas maderas,
o porque alguien le sacó los clavos.
Uno que es un renegado payaso
lleno de nostalgia
es un poco embustero y algo bueno
compra libros y va al cine los sábados de noche.
Uno así nomás con tanto cayo encima
se da cuenta que ya es viejo
con dos sotas y dos ases
Uno a veces se cansa de despedidas de soltero
por diez "lucas" por cabeza,
de los "buenos días", señor de los bigotes
del café con leche y las tostadas,
de las "mamúas" de los viernes,
de "hoteluchos" semanales.
Uno mas que mas está hastiado de empezar
los poemas
siempre igual, con la misma palabra.
Uno entonces sabe que es tiempo ya
de empezar por los plurales;
de empezar por los plurales
los versos.
Abel García
Este tema de Abel García es mas viejo que el agujero del mate. Sin embargo es uno de esos que siempre me repiquetea al oído. Ya saben que los versos y yo no coincidimos demasiado, si bien yo “gusto de ellos”, ellos no se avienen a mi forma de expresarme. Por eso cuando encuentro uno así, que refleja de forma tan clara lo que estoy sintiendo o pensando, lo traigo para mi sitio, ésta mi casa.
Creo que dependiendo de las edades y circunstancias en nuestras vidas, pasamos de conjugar el UNO/ YO/MIO por el DOS/NOSOTROS/NUESTRO y viceversa.
Y uno piensa que cuando se pasa a conjugar en plural, se olvidará de cómo antes estuvo pedaleando solo. Sin embargo cuando nos toca revertir la situación y volver a estar a solas, comprobamos que no nos habíamos olvidado de aquél aprendizaje, que cual lobos solitarios podemos volver a lamer nuestras propias heridas, esperar que cicatricen, y seguir andando. Aunque no siempre el retomar el camino a uno le resulte fácil, no obstante se comienza a transitar un poco a tumbos al inicio, para ya luego erguirnos un tanto más y continuar despacio. Hasta que uno toma impulso y cree que puede con el Universo¡¡ Ahí estás tú, sol@ frente a todos, siendo artífice de tu vida en solitario nuevamente, con la misma sensación que tuviste la primer vez que anduviste en bici sin rueditas: sin saber si reír por la alegría de lograrlo, o si llorar por el temor a caerte. Pero bueno, ahí continúas caminando, acompañada solamente del gran peso –no sólo de tus propios kilos- de las capas y escudos que llevas puestos encima. Tu caparazón es tan gruesa –te lo crees- que piensas “nadie podrá traspasarla, nadie volverá a herirme otra vez, puedo caminar sola y conjugar en singular hasta el fin de mis días”.
Pero basta solamente las caricia de unas manos que se han escapado, para constatar que tu caparazón es solo chatarra, baratijas que se rompen mas fácil de lo que pensabas bajo el embrujo de esos dedos. Entonces te preguntas, para qué continuar cargándolas? Es probable que sea difícil que vuelva a conjugar en plural, es posible que mi vida prosiga siendo un unipersonal, pero por qué no sacarme la chatarra, si esas manos apenas me tocan, hacen que me vuelva el alma al cuerpo?
Quien más, quien menos, llevamos esos escudos de los que tanto nos cuesta luego desprendernos, que no nos dejan ser, que nos impiden reaccionar frente a cualquier estímulo "por temor a.........", y hacemos acopio de experiencias pasadas para no quitárnoslos. Pero no siempre tendrá porqué ser igual y volver a sufrir, aunque puede que muchas situaciones sean parecidas y vuelva a sufrir, ya lo sé. Pero qué sentido tiene escapar a la vida, no disfrutarla aunque sea por momentos, si tan solo nos quedan unos pesos y monedas?