Cuando Diana y yo éramos adolescentes (hablo de nuestros 17 años), la “gran” salida de “Saturday night fever” consistía en la consabida caminata por la vieja calle Sierra –hoy Fernández Crespo-, para dirigir luego nuestros pasos hacia el clásico “trille” por 18 de Julio. Por entonces, 18 de julio era “18 de Julio”, principal avenida donde coincidíamos barras de chicas y chicos y no la que es hoy. Era lindísimo, porque de repente nos encontrábamos sin previa concertación, con compañeros de Preparatorios o de La Pitman –estaba haciendo también Secretariado Comercial- y nos metíamos en un café a tomar cualquier cosa y charlar por rato, pese a que nos veíamos todos los días, siempre teníamos algo para decirnos; o bien inicialmente no nos encontrábamos con nadie y a las cuadras, 2 o 3 varones que venían de frente te llevaban la “carga”. Algunas veces la cargada venía con buena onda y hacíamos todo el trayecto juntos, otras, nos queríamos sacar a los pesados de encima yaaaaa y nuestras caras nos vendían, por lo que otro grupo que venía de frente y con quienes nos entrecruzábamos miradas, tomaban la posta y nos hacían el “favor” de desplazar a los anteriores. Era muy raro que no nos encontráramos con amigos y de repente éramos como 12 caminando todos juntos, sólo para llegar hasta la Plaza Independencia -por la derecha de “18”- y regresar por la izquierda. Así surgieron muchos romances, vaya que si¡¡
Claro que teníamos la obligación moral de hacernos el “aguante” entre amigas, y si alguna de ellas había “enganchado” un “amor formal” –dícese de aquél que aguantó 3 fines de semana como mínimo- al regreso teníamos que custodiar a “la novia” –así nos hubiésemos encontrado 5 minutos atrás, a dos cuadras de su casa- como si fuésemos damas de honor¡¡¡ Porque a la casa teníamos que llegar a la hora señalada y poco menos que marcando tarjeta. Si la “novia” de turno llegaba un poco mas tarde, digamos que el quórum nuestro detrás oficiaba de aval, entonces el padre o madre ponía buena cara y todos felices. Pero en nuestro caso –Diana y yo- éramos una suerte de reclusas bajo salidas transitorias. Yo vivía en Belvedere y los fines de semana me quedaba en la casa de la calle Sierra por cercanía con "la movida" y obviamente, tenía que someterme a las reglas de su padre. Inicialmente, la hora de regreso fue a las 00:00, pero en la medida que fuimos creciendo hasta llegar a los 18, el plazo se extendió, no demasiado pero sí algo. Sin embargo, mientras esperábamos el cambio de edad y horario, padecimos como unas desgraciadas¡¡¡ Indefectiblemente no podíamos pasarnos más allá de las 00:00 porque teníamos a Don Pocho –padre de mi prima- esperando en la puerta del edificio, que no fue militar, lo recontra sé porque fue bancario luego de haber dejado de de ser ciclista amateur, pero creo que si fue un reencarnado en ésta vida, de seguro en la anterior fue militar¡¡ Juro que hasta la postura de “firmes” mantiene aún mi tío político. Mi prima le tenía un miedo atroz, yo en cambio siempre le tuve un irrespeto natural, no era forzado para nada, cosa que por cierto a él le molestaba bastante.
Un domingo de “madrugada” tuvimos el tupé de llegar a las 00:30 y ¡agarráte Catalina¡¡¡ Para colmo por ese entonces, mi prima estaba “noviando” con Andrés –un pelirrojo pecoso- y yo estaba en tratativas con un chico que era mayor que yo. Y saben lo que implica para cualquier adolescente que un chico “grande” te dé bola, no? Al menos por mi hija, sé que esos códigos perduran hoy día. Eramos en total 8 y cuando llegamos hasta la puerta del edificio, encontramos a mi tío con cara de no muy buenos amigos. Nos hizo entrar a Diana y a mí a la casa, mientras el resto quedó “negociando” –al mejor estilo de IL Padrino- con mi tío. Al otro día por teléfono nos devoramos a chismes con el resto de nuestras amigas que habían presenciado el “vandalismo”. Sólo sé que el colorado quedó bordeau, no existía el pobre dando explicaciones porque además, venía con el brazo por encima de Diana y el Sargento Sanders los pescó in fraganti. Cuando el tío Pocho subió al apartamento, solamente nos dijo: “dialogué con los señores –plural que me incluía, aunque yo no venía siquiera de la mano-. Y le dije al señor –dirigiéndose a mi prima- ¡¡que sea la primera y última vez que le vea pasándote el brazo por encima¡¡” Por dos semanas se nos terminaron los trilles y sólo tuvimos matinée y sábados de cine en casa. Y por cierto que "el señor pelirrojo", borróse del mapa forever.
A partir de ese evento, cuando entre mi prima y yo, o entre amigas, nos cotorreábamos todo lo que nos habíamos dicho con nuestros “admiradores”, cuando comentábamos lo que nosotras les habíamos espetado ya fuese porque no nos llamaban, porque no atenían nuestras llamadas, porque llamaban de más, porque no coincidíamos en los horarios de salidas, o cuando les echábamos flit, el inicio de la charla entre nosotras, siempre empezaba así: “Entonces agarré y le dije al Sr.: sos un idiota, un guarango,…… etc.,”. ¡Cómo nos divertíamos con ese dicho que quedó como sellante de aquella etapa de nuestras vidas¡¡¡
Ayer estuve tentada de atacar con un “y le dije al señor…¡¡¡”. Pero ni yo era aquella adolescente, ni el destinatario un chico menor de 20, por lo que opté por ir al cine con otros amigos –ojalá hubiesen estado los de antaño¡¡¡- a ver “Un novio para mi mujer” y dejar a mi veterano de guerra con sus galardones y heridas, su celu que no funciona y su ramo de flores esperando un pronto destino.
Claro que teníamos la obligación moral de hacernos el “aguante” entre amigas, y si alguna de ellas había “enganchado” un “amor formal” –dícese de aquél que aguantó 3 fines de semana como mínimo- al regreso teníamos que custodiar a “la novia” –así nos hubiésemos encontrado 5 minutos atrás, a dos cuadras de su casa- como si fuésemos damas de honor¡¡¡ Porque a la casa teníamos que llegar a la hora señalada y poco menos que marcando tarjeta. Si la “novia” de turno llegaba un poco mas tarde, digamos que el quórum nuestro detrás oficiaba de aval, entonces el padre o madre ponía buena cara y todos felices. Pero en nuestro caso –Diana y yo- éramos una suerte de reclusas bajo salidas transitorias. Yo vivía en Belvedere y los fines de semana me quedaba en la casa de la calle Sierra por cercanía con "la movida" y obviamente, tenía que someterme a las reglas de su padre. Inicialmente, la hora de regreso fue a las 00:00, pero en la medida que fuimos creciendo hasta llegar a los 18, el plazo se extendió, no demasiado pero sí algo. Sin embargo, mientras esperábamos el cambio de edad y horario, padecimos como unas desgraciadas¡¡¡ Indefectiblemente no podíamos pasarnos más allá de las 00:00 porque teníamos a Don Pocho –padre de mi prima- esperando en la puerta del edificio, que no fue militar, lo recontra sé porque fue bancario luego de haber dejado de de ser ciclista amateur, pero creo que si fue un reencarnado en ésta vida, de seguro en la anterior fue militar¡¡ Juro que hasta la postura de “firmes” mantiene aún mi tío político. Mi prima le tenía un miedo atroz, yo en cambio siempre le tuve un irrespeto natural, no era forzado para nada, cosa que por cierto a él le molestaba bastante.
Un domingo de “madrugada” tuvimos el tupé de llegar a las 00:30 y ¡agarráte Catalina¡¡¡ Para colmo por ese entonces, mi prima estaba “noviando” con Andrés –un pelirrojo pecoso- y yo estaba en tratativas con un chico que era mayor que yo. Y saben lo que implica para cualquier adolescente que un chico “grande” te dé bola, no? Al menos por mi hija, sé que esos códigos perduran hoy día. Eramos en total 8 y cuando llegamos hasta la puerta del edificio, encontramos a mi tío con cara de no muy buenos amigos. Nos hizo entrar a Diana y a mí a la casa, mientras el resto quedó “negociando” –al mejor estilo de IL Padrino- con mi tío. Al otro día por teléfono nos devoramos a chismes con el resto de nuestras amigas que habían presenciado el “vandalismo”. Sólo sé que el colorado quedó bordeau, no existía el pobre dando explicaciones porque además, venía con el brazo por encima de Diana y el Sargento Sanders los pescó in fraganti. Cuando el tío Pocho subió al apartamento, solamente nos dijo: “dialogué con los señores –plural que me incluía, aunque yo no venía siquiera de la mano-. Y le dije al señor –dirigiéndose a mi prima- ¡¡que sea la primera y última vez que le vea pasándote el brazo por encima¡¡” Por dos semanas se nos terminaron los trilles y sólo tuvimos matinée y sábados de cine en casa. Y por cierto que "el señor pelirrojo", borróse del mapa forever.
A partir de ese evento, cuando entre mi prima y yo, o entre amigas, nos cotorreábamos todo lo que nos habíamos dicho con nuestros “admiradores”, cuando comentábamos lo que nosotras les habíamos espetado ya fuese porque no nos llamaban, porque no atenían nuestras llamadas, porque llamaban de más, porque no coincidíamos en los horarios de salidas, o cuando les echábamos flit, el inicio de la charla entre nosotras, siempre empezaba así: “Entonces agarré y le dije al Sr.: sos un idiota, un guarango,…… etc.,”. ¡Cómo nos divertíamos con ese dicho que quedó como sellante de aquella etapa de nuestras vidas¡¡¡
Ayer estuve tentada de atacar con un “y le dije al señor…¡¡¡”. Pero ni yo era aquella adolescente, ni el destinatario un chico menor de 20, por lo que opté por ir al cine con otros amigos –ojalá hubiesen estado los de antaño¡¡¡- a ver “Un novio para mi mujer” y dejar a mi veterano de guerra con sus galardones y heridas, su celu que no funciona y su ramo de flores esperando un pronto destino.
2 comentarios:
Quién pudiera volver a aquél tiempo..yo lo recuerdo como los mejores años de mi vida ...mi padre era muy severo y la llegada a casa era a las 10 de la noche sin pasar un minuto ...cuando se lo cuento a los jóvenes se rien jaja ahora salen de marcha mucho despues de esas 10 horas .Pero aún así fueron años deliciosos ..Besos guapa y feliz Navidad
Pilarica, hermosa¡¡ pero es que hoy día ni soñar con aquello¡¡ Además por aquél entonces estábamos en plena dictadura, también es cierto que muchas de aquellas reuniones en los bares era para conversar de temas políticos, amén de las típicas de nuestra edad. Pero es que en lo personal recién comenzamos a pisar un baile, luego de cumplidos los 18 y un poco mas, eh? jajajajaja. Figúrate que ayer se me ha montado un cristo que no veas, pues a Vero le han invitado a una discoteca y recién tiene 13 años (al margen que se ha llevado materias, eh?). Pues el padre que yo era una retrógrada porque no permitía ir a la niña al dichoso baile. Pero es que no se lo niego porque yo comencé a los 18 y pico¡¡ se lo he negado porque el ambiente que he visto por la discoteca en sí, con los chicos sentados al borde de la vereda tomando cerveza, no es lo que deseo para mi hija ahora que es pequeña aún. Ya veré por cierto mas adelante, no pienso quitarle su ilusión, pero creo que de éste modo le estoy adelantando etapas a vivir. Y ya bastante tendrá luego con arrepentirse de haber apresurado sus años. Un beso gigante brujissss y Felíz Navidad también para tí¡¡¡
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